EL CAIRO.- "Mubarak, por aquí se va al aeropuerto". Es la frase, pintada en un muro, con la que un opositor al presidente egipcio le "invita" a salir del país. El palacio presidencial en el que se han atrincherado Mubarak y su familia está a tan sólo 300 metros de esa pared. El presidente aseguró en los últimos días que el único motivo por el que no deja el poder es el miedo al caos en el que se sumiría el país si el faltase. Cree además que si él dimitiese inmediatamente, los Hermanos Musulmanes se harían con el poder.

Las palabras de Mubarak muestran que aún cree ser parte de la solución, a pesar de que en opinión de la mayor parte de la población es el principal culpable de la actual crisis. En lo único que podría tener razón el presidente es respecto a los Hermanos Musulmanes. Los islamitas, arrinconados durante décadas por el régimen de Mubarak, tienen ahora el viento a su favor. Durante años, los Hermanos Musulmanes estuvieron en la primera línea de oposición a Mubarak y se llevaron los mayores golpes. Muchos de sus integrantes acabaron en prisión.

Esta vez, han obrado de forma diferente. Al igual que los guerreros que se escondieron en el caballo de Troya, adoptaron un papel secundario en los primeros días de las protestas, cediendo el protagonismo a los jóvenes, a la vieja izquierda y a los académicos. En los últimos días ya pudo verse a muchos miembros de los Hermanos Musulmanes en las protestas, aunque no se significaron como tal. Sólo ayer han salido abiertamente y en gran número a las calles y la plaza de Tahrir.

Son ellos quienes ahora comprueban los carnés de identidad de los manifestantes, a quienes intentan convencer de que lo mejor es seguir en la plaza. Y durante por noche por primera vez han formulado claramente sus aspiraciones de poder: "los Hermanos Musulmanes están absolutamente de acuerdo con el deseo del pueblo de convertir a Egipto en un Estado civil y democrático basado en los principios del islam". El grupo aclara que no tiene "planes secretos", pero se muestra dispuesto "a servir al pueblo".

Espada y pared

Estados Unidos, por su parte, intenta actuar entre bambalinas - junto al Ejército egipcio y algunas fuerzas opositoras- para conseguir una solución y evitar un nuevo derramamiento de sangre. La Casa Blanca sabe que no es posible iniciar una nueva etapa sin contar con los Hermanos Musulmanes. Pero se encuentra entre la espada y la pared, ya que el odio a Israel es uno de los pilares ideológicos de la agrupación islamita. Y la seguridad de Israel es una línea roja que nadie en Washington está dispuesto a cruzar.